Reseña: Tejiendo agua podría ser la novela definitiva de   un escritor consagrado, pero Leopoldo Brizuela la   escribió cuando tenía apenas diecisiete años. Situada en   un pueblo indefinible de los mares del sur, de casas   blancas que brillan en la noche como si hubieran sido   levantadas con el polvo de los huesos y un viento que   azota y trae los gritos de un antiguo naufragio, Tejiendo   agua nos exponen a una tarea ya una pregunta imposibles:   ¿en dónde se anuda el lazo que nos somete, en dónde   empieza y dónde termina el hilo de las represiones   individuales y colectivas que nos sujetan, que le dan y   le quitan sentido a nuestra existencia? Un coronel que al   quedar inválido se pregunta por el absurdo de su vida y   junto a él toda una familia de personajes solitarios que   luchan denodadamente por entender y entenderse conforman   el teatro de esta historia en la que el horizonte de una   guerra es, también, un fuera de campo que convive como   una metáfora dentro de los personajes. Dueño de una prosa   finísima, Brizuela demuestra ya en esta historia los   atributos de toda su literatura: la profundidad de sus   personajes, la complejidad de la trama, la habilidad para   adentrarse en los meandros de la conciencia.