«La luna misma es una ficción     no hay semejanza alguna entre el redondel amarillo que ahora está alzándose con claridad sobre el paredón de la Recoleta, y la tajadita rosada que vi en el cielo de la plaza de Mayo, hace muchas noches. Todo sustantivo es abreviatura     en sustitución de alejamiento de sol y profesión de sombra, decimos atardecer.»    El tamaño de mi esperanza  1926  y El idioma de los argentinos  1928  son el segundo y tercer libro de ensayos de Borges. Ambos expresan preocupaciones de juventud, como la de encontrarle a Buenos Aires su poesía, su mística, su metafísica: "Sé lo que hay de utópico en mis ideas y la lejanía entre una posibilidad intelectual y una real, pero confío en el tamaño del porvenir y en que no será menos amplio que mi esperanza". A algunas de ellas, lejos de abandonarlas, Borges las convertirá en tema recurrente de su obra posterior, a otras, en cambio, preferirá condenarlas a un pudoroso olvido; en cualquiera de los casos, en ambos libros se advierten fácilmente prefigurados el genio y la originalidad que lo consagrarán pocos años después.