Luis Sepúlveda, trotamundos por devoción y, a veces, por
obligación, nos invita a acompañarlo, codo con codo, en
alguno de los periplos de su vida. Desde sus primeros
pasos en la militancia política -iniciados de la mano de
su abuelo, un ácrata jubilado, y que le llevarán a la
cárcel y al exilio en diferentes países de América del
Sur- hasta el reencuentro feliz, años después, con la
Patagonia y la Tierra del Fuego, con sus poblados y sus
gentes, perdidos en la desolada inmensidad del paisaje,
como el tren que dá título al libro. Así, conocemos a
marineros vagabundos, profesores más aficionados al
casino y los prostíbulos que a las aulas, ricas familias
con problemas de descendencia, bardos de la región,
locutores altruistas o aviadores enloquecidos. Sin duda,
es ésta una ruta personal que zigzaguea por el continente
en viajes de ida y vuelta, y que sólo alcanzará su
verdadero destino cuando Sepúlveda llegue al lugar que le
prometió a su abuelo...