Opendoor asombró: ¿De dónde había salido esta ópera prima? Años después, las preguntas siguen sonando: ¿Qué extraña pasión mueve a la protagonista, una estudiante de veterinaria sin nombre que no hace nada por averiguar el destino de su novia desaparecida? ¿Qué la une a Jaime, el dueño de un caballo enfermo que se llama igual que él? ¿Qué la seduce de Eloísa, su descarriada amante adolescente? ¿Qué raíces hunde en ese campo, sede de un antiguo experimento neuropsiquiátrico tan humanista y megalómano como argentino? Opendoor sugiere, desde entonces, la sigla de una nueva Arcadia, real, lujuriosa y desencantada donde dementes, animales y cuerdos viven sin pretender razón alguna.
