Reseña: 1902. La Argentina es un territorio receptor. Polacos, rusos, españoles, italianos. El Oeste del Gran Buenos Aires es apenas una continuidad de la planicie pampeana. Los inmigrantes comienzan a levantar supppópppps casas, trabajan en la construcción, consiguen que les pongan una escuela. La identidad Nacional comienza a conformarse a partir de la afluencia de los niños a esa institución aglutinante. Las madres están felices. Los obreros mejoran de a poco sus condiciones paupérrimas de vida. Los anarquistas aportan su pensamiento revolucionario. Todo ese hermoso cuadro costumbrista narrado por Gustavo Cingolani con maestría, una prosa ágil y la más astuta economía del lenguaje -que no escatima en giros lingüísticos y palabras de otros idiomas del crisol de principios del Siglo XX- encuentra su cauce en el relato de un hecho atroz, la matanza de ocho manifestantes el día del trabajador, la revuelta en el cementerio de la Chacarita, al día siguiente del acto en la Plaza de Mayo; y la posterior huelga de cinco días. Todo porque se sospechaba sin pruebas de un complot anarquista. Una novela fundamental para ser leída por los adolescentes, jóvenes y adultos del Siglo XXI, que no eludirán...