Convencida de que "si no fuera por los nombres no existirían la cultura, la civilización, el hombre, el mundo", Angélica Gorodischer acepta en este libro el desafío de narrar todo un universo con establecimientos penitenciarios, sus viajes interestelares, sus textos míticos, sus navegantes ciegos, sus bares, kioscos y gatos. En una palabra: su aleph. Cada capítulo es una pequeña pieza de encastre en un mosaico mayor, cuyo ensamblaje depende tanto de las capacidades de quien escribe como de quien lee.