Colección: Conjunciones - Nro: 48     Reseña: Lo originario del lazo social ocurre en la   infancia; lo común existe solo si se puede ceder lo   propio en función de los otros, como condición de la   experiencia infantil. Ella está en peligro, se extingue   cada vez que se nombra a un niño como perteneciente a la   comunidad de los denominados "espectros autistas". Cuando   mediante diversos catálogos diagnósticos se escamotea   violentamente la vida relacional no hay comunidad y, sin   ella, el amor no decanta en historicidad; por el   contrario, se aísla en la inmovilidad de la experiencia   que se calca a sí misma. Este libro propone jugar la   propia plasticidad, mantener viva la experiencia infantil   para donársela a un niño que nos demanda el deseo de   estar y desear con él. Dejémonos inventar por cada niño y   adolescente que sufre el destino prefijado y catalogado   de espectro autista. El autor abre las puertas. Nos   invita a relacionarnos con Ezequiel, Alan, Alejandra y   Patricia, entre otros niños, que han sido considerados   espectros autistas. La inquieta tensión corporal, el   inaudito dolor encarnado en sus rostros nos conmueven y   despiertan nuestro deseo por relacionarnos con ellos.   ¿Podremos captar la potencia sensible de un niño   sufriente?