En este libro aprenderemos que ciertos años han durado 445, 385 o 251 días, que determinadas fechas han sido suprimidas del calendario, que otras, por el contrario, fueron agregadas, que Francia jamás abandonó la hora impuesta por los alemanes en 1940, que los etíopes festejaron el año 2000 en 2007, que los soviéticos inventaron una semana de cinco días o que el segundo que utilizamos es, de hecho, demasiado breve. Más allá de todas esas anécdotas, se podrá constatar también que la ciencia de la medición del tiempo no ha dejado nunca de alejarse de la observación de los astros para acercarse cada vez más a las matemáticas y que, simultáneamente, el hombre ha desviado su mirada del cielo para confiarse solo a la técnica de la relojería y, luego, a la informática... y recordarnos, en caso de que hiciera falta, que el hombre ha salido de su estado de naturaleza.